Jean-Marie Cazaux y su hijo Joel son los dignos herederos de cinco generaciones de alfareros y de ceramistas, para quienes la trasmisión de la pericia y la continuidad del nombre han sido una constante preocupación.
A partir de su instalación en La Négresse, los Cazaux siempre fueron a buscar su tierra en los pueblos vecinos de Espelette y después de Arcangues. Solo tras un largo proceso de afinación, cuando llega a ser suficientemente fina, lisa y suave, ésta se presta a ser tornada, secada lentamente al aire, grabada, cocida una primera vez, esmaltada, cocida una segunda vez a 1000°C y eventualmente una tercera vez a 700° para las piezas con oro o con platino. Este proceso traduce una verdadera alquimia con miras a alcanzar estos objetos preciados, desde la más profunda sencillez hasta el mayor grado de refinamiento. Todos ellos llevan la huella de los Cazaux.
Jean-Marie tornea con pericia en el taller de la parte alta, que refleja un ambiente de museo, fuentes, jarras y copas, empujando a menudo el límite de la elasticidad de la tierra hacia contornos improbables y curvas perfectas.
Joel, en el taller de la parte baja con sus hornos, en medio de dibujos preparatorios clavados en todas la paredes y de un ambiente de alta costura, ejecuta con su escoplo y sus pinceles con un gesto preciso y seguro sus grabados y coloca el esmalte de colores lechosas, que solo reflejarán sus coloridos y su brillo después de su cocido definitivo.